viernes, julio 31

Todos saben soñar



Se había levantado hace un par de horas, y con sus 5 años, se atrevió a cerrar nuevamente los ojos y volver a la cama…
Estaba en un lugar donde se apreciaban los arcoíris, donde el sol no quemaba, y el frio era una caricia.
En ese lugar había muchísimos niños sucios que jugaban en el pasto transpirando felicidad. Algunos comían chupetines de muchísimos colores, y otros simplemente miraban el cielo gritando todas las formas de que encontraban en las nubes.
En su mundo había animales, payasos, y cerca de la calle un viejito regalaba frutas de todo tipo con una sonrisa grande y en falta de algunos dientes, pero con mucha gracia.
El agua de los arroyos era clara, y los chicos podían juntarse alrededor y con bombillas tomar de ahí mientras sus papás los sostenían para que no se mojen.
Se escuchaban parlantes gritones cada tanto, donde unos grupos se postulaban para acompañar a paseos, y viajes en canoas. No regalaban extorsiones electrónicas, regalaban sueños que duraban más que un rato.
El niño eligió una casa de color verde brillante que tenía muchos juegos alrededor. Había una puerta blanca que de vez en cuando se abría con el viento y mostraba el interior de la casa. No hacía falta cerrarla por que cada uno sabía vivir con sus cosas.
Enseguida corrió a su casa a encontrar a su mamá que estaba vistiendo a sus hermanos para poder ir todos a jugar a este fantástico mundo lleno colores y gracias. Corrió a abrazarla y ella le respondió con una caricia en el pelo que le dio un escalofrió de los lindos.
Enseguida sus hermanos estuvieron listos, y el los llevo a una pradera verde brillante con flores que cambiaban sus colores según los pensamientos de las personas. Ellas se dejaban elegir. En este mundo podías elegir.
En la pradera pudo ver que estaba sus abuelos. Tenían una sonrisa gigante y completa y los llamaban mientras corrían para que los niños los atrapen. ¡Y claro que así lo hicieron!
Mientras tanto, sentía que le ardían las mejillas de tanto sonreír, hasta sintió como una lágrima cayó de su ojo al ver que sus abuelos no estaban en una cama desnutridos y con esas enfermedades que no todos pueden curar. Eran felices.

El humo de tabaco penetró en su nariz desvaneciendo su mundo y el calor…
- Arriba hijo, hay que ir a trabajar.

Con un suspiro y en puntas de pie, cerró el candado de la reja oxidada y corrió detras de su papá.



Atenas

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